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miércoles, 9 de noviembre de 2011

"La calma"

“La calma”
-¿Alguien ha oído hablar de la calma?
La pregunta del profesor inundó el aula de silencio, las miradas huían, las cabezas se inclinaban, los nervios se disimulaban con sonrisas y, al fondo, unos ojos abiertos de par en par soportaban el reto sin esfuerzo, con toda naturalidad:
-¿Alguien ha oído hablar de la tempestad?-interrogó la voz que acompañaba esa mirada.
Toda la clase estalló en una carcajada generalizada, como si estuvieran esperando que alguien fuera capaz de dar una salida a la tensión que habitualmente David, el profesor de Filosofía, creaba en aula para buscar nuevas sensaciones en sus alumnos.
En el primer día de clase normalmente nadie se atrevía a responder con tanta espontaneidad y ni mucho menos con ese ingenio. El alumno de sonrisa tranquila y el pelo revuelto había conseguido hacer reír a todo el grupo y David que estaba intrigado, indagó:
-Está bien, háblanos de la tempestad si quieres.
-Oí que está antes que la calma, ¿no es así como dice el refrán?- el chico continuaba arrancando risas- Y por lo que se ve, aún andamos atravesando esa tempestad.
Nos movemos por la calle como si nos persiguieran, estamos inmersos en actividades que muchas veces ni siquiera nosotros mismos decidimos, compartiendo nuestras vidas, incluso nuestros ratos de ocio, con personas con las que no nos apetece estar.
Deberíamos pensar en abandonar la tempestad para encontrar la calma que nos espera paciente, como un lago espera que los animales acudan a él para saciar su sed. En este caso la sed es de vida, de autoconsciencia.
Imagino ese momento en el que estás tumbado bajo un árbol al lado del lago con las manos cruzadas detrás de la nuca contemplando el paso de las nubes, la mente tranquila, absorta en las múltiples transformaciones y en el descubrir nuevas gamas de colores donde segundos antes todos parecían uno. En ese momento podemos sentir la calma, y quizás podemos sentirnos uno, con las nubes, con el lago, con el olor a hierba fresca y el canto de los pájaros como banda sonora.
Nuestra respiración viaja libre, como las nubes. Una sonrisa serena llena nuestra cara y se expande con cada inspiración.
Y al soltar el aire soltamos también la tensión de nuestro cuerpo que se funde cada vez más con la pradera, llegando a no sentir la diferencia entre tu propio cuerpo y la hierba donde reposa.
Y soltamos también los pensamientos dejando que las nubes se los lleven…
¿Y cómo vamos a hablar de la calma si no la cultivamos?

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